domingo, 1 de julio de 2007

De todos los colectivos que existen no hay uno mejor que el número 44. Cuando uno viaja en 44 el día es diferente, el cielo se pinta del color que quieras. Ya de por sí, este colectivo se toma de diferente manera al resto de los colectivos. Para frenar un 44 en lugar de tener que levantar la mano derecha hasta la altura del hombro, simplemente hay que tocarse la frente con la lengua; entonces este el colectivo donde esté, Charly lo frena frente a nuestras narices. Es de por sí una obligación que los choferes de estos colectivos se llamen Charly, y son todos iguales: unos gorditos simpáticos. No obstante el carácter de un Charly siempre queda condicionado por su trabajo. Porque cuando uno sube dice alegre:_ “Hola Charly”, pero Charly levanta su índice derecho y señala el cartel que dice que está prohibido hablar con el conductor. Entonces uno dice:_”Pero Charly, yo sólo te quiero saludar”, y Charly hace lo mismo que hizo antes. Por lo tanto uno deja de tratar de conversar con el bueno de Charly, pide uno de ochenta y se va a sentar atrás tan amargado que ni siquiera se fija si le tocó un boleto capicúa.

Posdata: es muy común en estos colectivos no saber bien donde bajarse, entonces uno le pide a Charly que le avise en tal calle y él asiente con la cabeza y por lo tanto uno piensa:_”¡Qué bueno que es Charly!” Sin embargo el viaje llega hasta la terminal y aún uno no se bajó. Entonces baja del colectivo perdido cagando a puteadas a Charly, pero luego uno mágicamente ve el boleto que aún no había visto que dice:
“Nico[1], perdón por no avisarte donde bajar pero me comprometía con el trabajo. Te quiero
Charly”.
Y a uno automáticamente le vuelve el amor por Charly y está deseoso de tomar otro colectivo número 44.

nICO
[1] Reemplazar Nico por el nombre o apodo de cada uno para que el cuento sea aún más mágico.

sábado, 19 de mayo de 2007

El existencialista

¿Cómo hablás de la angustia humana
si sos garca y te gustan las pendejas,
hacés libros con raras moralejas
y ta va Nietzche que le da a su hermana?

Cagás a tu mujer, como vos pagana,
los hombres son libres sin importar las rejas
mientras la ex de Vian te chupa la verja
y él te describe cuan mierda inhumana.

Escribís La Nausea e ideas “El Mayo”,
sos burgués, mas comprometido, tu arte,
sos visco y feo como un caballo.

Te cagás en los del Nobel aparte,
pues sos libre como dice tu ensayo,
porque sos el mejor, sos Jean Paul Sastre.

nICO

domingo, 6 de mayo de 2007

El Secreto (Marihuana)

Todavía recuerdo la pregunta con la que triplicó en el “imbatible de oro” de Susana Giménez:-“¿En qué año se descubrió la isla de Australia?” (1776). Y con la que ganó “¿Quién quiere ser millonario”:- “¿De qué nacionalidad era el poeta Tristan Tzara?” (Ruso). No podía ser cierto, pero lo era, era algo increíble… y cuando terminó los concursos de preguntas y respuestas comenzó a dedicarse al Prode con los mismos asombrosos resultados. Por lo tanto, el desenlace fue evidente: a la 4ta fecha que quiso jugar ya no lo dejaron apostar; debió buscar entonces una nueva profesión y encontró así acilo en el casino. Casi con espontaneidad se volvió un experto del Black Shack, sin embargo este nuevo pasatiempo tampoco lo pudo conservar: las autoridades del Conrad de Punta del Este inventaron la historia de que se lo había encontrado fumando marihuana por las inmediaciones del hotel y, con esta falsa excusa, le prohibieron la entrada a todos los casinos del mundo. A partir de ese entonces se despreocupó por el dinero y buscó por lo tanto una diversión sin fines de lucro; la encontró casi al instante: el ajedrez. De esta manera comenzó a jugarlo en la plaza de la esquina de su casa con los jubilados del barrio; su estilo de juego sólo era superado por su desempeño: brillante. No pasó mucho tiempo para que se convirtiese en un nuevo fenómeno, primero barrial y luego porteño. Todo el mundo iba a verlo: recuerdo la vez en que superó toda lógica y récord e hizo mate en 3 movidas, fue sorprendente; y aquella ocasión en que ganó 15 partidas simultáneas. Era realmente una fiesta verlo jugar, aunque también un misterio: ¿Cómo podía ganar todo lo que hacía? ¿De dónde provenía esa inteligencia tan superior y asombrosa? Estas son sólo algunas de las preguntas que el periodismo formuló sin ninguna respuesta satisfactoria; la inteligencia de nuestro prodigio en este sentido se convirtió en un mito.
La última vez que lo vi fue 2 días antes de que la policía comunicase la tragedia de su suicidio. Me había recibido en su casa de Barrio Norte con el fin de que le hiciera una nota para la revista Contorno luego de que le ganase la final del mundo a nada menos que Victor Shklovski en solamente 11 movimientos. Antes de empezar la entrevista, tuvimos una larga conversación sobre literatura e historia en la que me demostró su condición de verdadero Fausto de la contemporaneidad, después jugamos una partida de ajedrez y, si bien jugué como nunca en mi vida, perdí en sólo 5 movidas. Ya hecho esto, se soltó y comenzó a hablar sin que siquiera le hiciera una pregunta:
“Usted viene acá porque como todos quiere saber el origen de mi inteligencia y conocimiento. Está bien, no es necesario que ponga esa cara de disimulo, creo que si yo fuese otra persona también querría saber el origen de tan extraño fenómeno, así que no va a ser necesario que empiece la entrevista con “ante todo gracias por brindarnos esta nota” y clichés de ese estilo; no va a ser necesario.
Básicamente soy así porque mi padre fue un verdadero hijo de puta. No se asombre, a medida que cuente mi historia va a entender la afirmación que estoy diciendo.
Hasta los 10 años tuve una vida de los más normal; es cierto que nunca tuve una madre, pero el amor y cuidado de mi padre lo compensaba. Iba a la escuela, tenía amigos… en fin, tenía la vida de todo niño. Sin embargo el día en que cumplí 10 años todo cambió. Mi papá desde hacía varios meses atrás estaba construyendo una nueva habitación en la casa, mas no me dejaba entrar: me decía que era un regalo que sólo iba a poder ver cuando estuviese terminado. El día en que cumplí años me dejó verla y entré en ella.
Era una habitación bastante grande, tendría 5 metros por 5 metros; no obstante eso no fue lo que me llamó la atención. Lo sorprendente era la forma del piso, las paredes y el techo: una cuadriculado blanco y negro, blanco y negro, blanco y negro, tal cual un tablero de ajedrez. Estupidizado viendo esto, no me di cuenta que mi padre me había encerrado.
Grité durante horas que me parecieron semanas, hasta que cansado e impotente me quedé dormido. Cuando me desperté noté un humo extraño con un olor también bastante peculiar, en ese momento no supe de que se trataba (aunque ahora sí: era marihuana en estado gaseoso que mi padre echaba por un conducto a la habitación). Además comprendía que por más que gritará no iba a poder salir, mi padre estaba haciendo algún raro experimento conmigo; del mismo modo que contaminaba mi aire con ese humo, también contaminaba mi ambiente acústico con grabaciones sonoras (que salían de 4 enormes parlantes que había en cada una de las esquinas de la habitación) sobre los más diversos temas: literatura, historia, geografía, cine, deportes, música, matemáticas, pintura, et cetera.
De esta manera viví totalmente aislado del mundo durante 10 años, drogándome y recibiendo información de lo más diversa, incluso mientras dormía. Cuando cumplí 20 años mi padre me dejó salir de la habitación y por miedo de que yo lo matase, él mismo se voló los sesos. Yo sin saber qué hacer, totalmente enajenado del mundo, tuve que buscar medios para subsistir (lo que incluía comprar marihuana también puesto que con el encierro me había vuelto adicto a ella). Encontré una posibilidad en el programa de Susana Giménez y así fue como me di cuenta que era un genio.
Ahora se debe estar preguntando cómo puede ser que la marihuana me haya convertido en una enciclopedia viva. Ni siquiera yo lo sé bien, pero tengo una hipótesis: cuando uno está drogado tiene una sensación de que no entiende nada y le pasa de todo; sin embargo esto sólo ocurre en sociedad. Cuando uno está aislado como fue mi caso, simplemente le pasa de todo, pero no es que no entiende nada pues uno para no entender nada tiene que tener algo para entender, pero en mi caso no convivía con nadie; quién me iba a dar algo entonces para que yo entendiera y terminase no entendiéndolo. De este modo, la marihuana provocaba en mí un efecto de ostranemie similar al de la literatura que provocó que tomase conciencia de todo lo que escuchaba.
Ahora bien, por su cara debo suponer que no entendió nada de mi hipótesis, lo que simplemente la confirma aún más. Sin embargo me deberá disculpar mi querido Borges, pero ahora que sabe mi horrible verdad voy a tener que matarlo. No tenga miedo, sea un hombre: esto es sólo una pistola.”
No obstante la bala que salió de mi revólver atravesó su frontal antes que pudiera apuntarme. Desde hacía ya varios minutos había anticipado el final de su historia.

nICO

miércoles, 18 de abril de 2007

La fiesta increíble

-Te dije que no nos iban a dejar entrar, sos un colgado- dijo enojado Santos.
-Buen, qué se yo, pero los chabones son unos garcas… no es tan tarde, podrían dejarnos entrar, para mí que no nos dejan por tus bermudas de mierda- alegó el Alemán en su defensa.
-¿Eh?... ¡Callate!, mis bermudas están bárbaras. Si fuese por esto- dijo señalando sus bermudas- a vos te hubiesen dejado entrar… no. No ves que no nos dejan entrar porque ya son las 5 y media.
-No es tan tarde, loco. Qué nos dejen pasar.
-¡Qué no va a ser tarde!- dijo Santos señalando su reloj.
-…
-¡La mejor fiesta de todos los tiempos y nosotros acá afuera! Si no hubieras estado tres horas en tu casa diciendo “me hago una línea más y salimos”, hubiésemos podido entrar.
La noche para Santos y el Alemán había terminado sin siquiera comenzar. Habían llegado tarde al galpón de San Telmo en donde se hacía la fiesta y se vieron con la noticia que ya no podían ingresar; resignados, compraron en un kiosco cercano un vino barato y lo comenzaron a tomar en la puerta del lugar.
-¿´tará bueno ahí adentro?- preguntó Santos.
-Y… calculó que sí- respondió resignado el Alemán encendiéndose un cigarrillo- debe estar lleno de drogas y de minas.
A las 6 y pico de la mañana encendieron el único porro que tenían. Esto coincidió con las primeras personas que, lentamente, comenzaban a salir de la fiesta.
-Che, ¿cómo está adentro?- le preguntó Santos a una pareja que se estaba yendo.
-No sabés, una cosa increíble- dijo el hombre de la pareja- había una pista de los ´80 que tocaba una banda covers de Depeche Mode y había ríos de merca.
“Ríos de merca” quedó resonando en la cabeza del Alemán, “¿qué carajo serán?, debe ser una cosa increíble”
-Déjennos pasar- vociferó
-Bueno, por lo menos tenemos un porro- le comentó su amigo, pasándoselo a modo de consuelo
-¡Andate a la mierda con tu porro!... ¡No!, mejor dame.
Se fumaron todo el cigarro rápido para tranquilizarse y para cuando lo terminaron ya estaban demasiado locos como para seguir enojados. A eso de las 7 de la mañana Santos dijo:
-Che, ¿sacó otro porro?
-¡Ah! ¡¿tenés otro?! ¡Qué bueno!
-…
-Pensé que habías traído uno solo.
-¿Por qué pensaste eso?- preguntó indignado Santos
-No sé, se me ocurrió.
-Bueno, se te ocurrió mal.
-…
- No te hagas el que sabe porque nadie nunca sabe nada.
-…
-… -Si… bueno, en literatura existe el narrador omnisciente, que sabe todo.
-No, eso es mentira. El narrador omnisciente no existe… si te fijas vas a ver que en todos los cuentos que supuestamente hay narrador omnisciente, en realidad no hay, es una apariencia, el autor le deja una falla imperceptible al narrador para que no sea omnisciente. Es como una regla.
-¿En serio?
-Sí, en serio.
El flash literario de Santos y el Alemán fue interrumpido por un grupo de chicos que salían de la fiesta a los que les preguntaron que tal estaba.
-Una cosa increíble- les dijeron- Había confiteros llenos de bicho y te agarrabas todos los que querías.
-Sí, y mujeres con tetas del tamaño de heladeras que segregaban porro de los pezones- agregó un borracho más que estaba saliendo.
“¡Qué bueno!”, pensó el Alemán, “minas con tetas enormes”. A las 10 y media de la mañana salió su amigo Charly.
-Che, Charly, ¿cómo estuvo?- le dijo Santos.
-¿Qué pasó? No viniste, ortiba.
-No, no nos dejaron entrar.
-Hubieran entrado igual, estaba bárbara… Lleno de putas y había un gotero de LSD. Salí porque me moría. No doy más. Me voy a tirar a dormir en este colchón- dijo Charly arrojándose contra el capot de un Renault 12 rojo estacionado en la esquina.
Un poco más tarde, salieron del galpón una par de chetitas insoportables. Eso al Alemán lo irritó al extremo, “que a esas boludas las dejasen entrar” y a ellos no. El enojo aumentó aún más cuando una de ellas se le acercó con una cámara y le pidió que les sacara una foto. Él, con mucha clase, dijo:
-Sólo te sacó una foto si la cámara es mi pija y mi wuasca es el flash.
Las dos chicas se apartaron rápidamente.
-Así me gusta- les gritó Santos- Váyanse rápido a teñirse el pelo, rubias taradas, antes de que les crezca una neurona nueva.
Los dos amigos continuaron fumando porro y tomando vino barato en la puerta del lugar, si ellos no iban a la fiesta que la fiesta fuese a ellos, por eso mientras tanto hablaban con la gente que se iba yendo. Finalmente, a las 11 de la mañana, salió “el tipo que fumó tanto porro que se convirtió en Kiko del Chavo del 8”[1] y pudo en breves palabras explicarles perfectamente a los dos amigos lo que se habían perdido; simplemente cuando le preguntaron cómo era adentro, respondió:
-Es… dbght…- dijo tapándose la boca- Incre…gthk… Llena de mi…gthrd y porro… ¡guahtdhhhh!- concluyó por fin bañando a Santos, que se encontraba debajo de él, en un vómito con forma de fideos con salchichitas y un dudoso olor a cerveza y vodka New Style.

nICO
[1] Carlos Villagrán nació en Guadalajara, Méjico a principio de los años ´80. Que tuviese el mismo nombre que el famoso actor no fue más que pura casualidad; de hecho su vida difirió mucho de la de su homónimo. Educado en el ceno de una familia tradicional, desde muy chico se le inculcó el hábito del estudio, de este modo sus boletines tanto de primaria como de secundaria sólo tenían nueves y diez a excepción de Deportes donde las calificaciones siempre fueron considerablemente más bajas. “Es un excelente alumno, estudios, culto y cordial. Un ejemplo para sus compañeros” llegó a comentar una vez su profesora de Castellano de primer año.
Al terminar el colegio secundario decidió estudiar filosofía debido a la pasión que sentía por textos de Heidegger, Gadamer, Hegel, Sartre y Marx, entre otros, además de su ambición de demostrar que “existe una realidad más allá de la que ven nuestros ojos”. De este modo, 5 años más tarde se licenció en filosofía con medalla de honor de la Universidad Autónoma de Méjico y fue admitido para hacer un posgrado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Cabe aclarar que la vida que se lleva en Puan –nombre con que se conoce a la suscitada facultad- es muy diferente a lo que tenía acostumbrado Carlos; de este modo la forma de vida de este ejemplar estudiante cambió de una manera trascendental. Es así como recién en uno de los primeros días de clase, Carlos conoció el porro, algo que para él nunca había existido, y lo fumó y le encantó. La principal razón por su gusto por el porro fue que con él pensó que su filosofía había triunfado ya que logró encontrar una realidad más allá de la que le mostraban sus ojos, sin embargo también le encantaba de esta droga la alegría que traía. Por ello, una vez que la probó, nunca más la pudo dejar.
Un poco después de cumplirse un año de vida en Buenos Aires (ya habiendo abandonado por completo los estudios), estaba Carlos fumando un porro con su novia en una plaza, como él no lo soltaba, ella dijo:- “Che, pasalo”. Pero no ocurrió nada, por lo que volvió a repetir el pedido, pero nuevamente Carlos no respondió, estaba completamente “colgado” en un viaje de cannabis. Una vez más por lo tanto su novia repitió el pedido y esta vez él si respondió muy irritado:- “Hay, ya callate, callate que me desesperas”. Simultáneamente a esto sus cachetes crecieron tanto hasta tomar el tamaño de pelotas de golf y Carlos dejó de ser conocido por su nombre para comenzar a llamarse “el tipo que fumó tanto porro que se convirtió en Kiko del Chavo del 8”. Después, comenzó a usar un ridículo traje negro de marinero.

martes, 3 de abril de 2007

Descubrí algo zarpado

amiga y cogía en msje d txt se escribn = 26642. así q vos q tenés una amiga[1] q la re qres es tu hna. Sácate la caseta y decí la vdad: careta de merda t la qres cger!!
y vo ortiba sácate la gora.

nICO
[1] O quizás te equivocaste y querías decir “cogía”.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Radio Taxi

Quizás por paranoia, se tomaron un taxi a 5 cuadras del punto de encuentro. Cuando llegaron, Juan se bajó y le dijo al taxista que regresaba en un momento. Vi que un tipo que tenía unos perros lo estaba esperando en una esquina y se pusieron a hablar, así que le pregunté al otro, que se había quedado en el coche conmigo, qué había ido a hacer su amigo. No, no es mi amigo. Somos compañeros de la facultad. ¡Bah!... sí, somos amigos, pero lo conozco desde la secundaria y era media freak, nos hicimos amigos recién en la facultad; así que para mí es más compañero de la facultad que amigo. Juan regresó al taxi, ahora vamos hasta Neuquén y Nicasio Oroño. Y… ¿todo bien? Sí, todo bien, pasame un pucho; ¿se puede fumar acá, no? Sí, sí, nomás bajame la ventanilla. Nos estaba esperando hacía 10 minutos. Y es un boludo, ¡qué se joda!... habíamos quedado y media. No hablaron mucho después de que se volvió a subir el pibe, lo que sí, se fumaron como 3 cigarrillos, por suerte les dije que bajaran la ventana. Acá en la esquina está bien. Patricio pagó y caminaron 30 metros por Nicasio Oroño. ¡Le hubieses dicho que doblara y nos dejaba en la puerta! No, haceme caso, nunca es bueno confiar del todo en un tachero, son medio covanis. Entraron a la casa de Juan, y éste sacó de su morral un bloque de medio kilo de marihuana; Patricio armó un porro enorme y lo fumaron viendo Los Simpson.

nICO

martes, 13 de marzo de 2007

El arma flashera de los guardia urbana

Como otras noches, estaban aquella Julio y Jorge fumando porro en una tranquila esquina de la calle Serrano en el barrio de Palermo cuando de pronto apareció un guardia urbana.
_ Por esta vez no les voy a hacer nada, pero denme eso y váyanse_ dijo haciendo referencia al cigarro de canabis.
_ ¡Pero qué decís careta!, sos un guardia urbana de mierda… no podés hacernos nada_ respondió Jorge.
_ Sí, qué vas a hacer: ¿soplar tu silbato muy fuerte hasta aturdirnos y hacer que nos sangren los oídos?_ agregó riéndose Julio.
_ No me dejan otra opción_ contesto el guardia y gritó:_ ¡KEKENIA[1]!
_ ¡KEKENIA!_ repitieron los chicos.
_ ¡KEKENIA!, ¡KEKENIA!_ volvió a decir el guardia urbana.
_ ¡KEKENIA!, ¡KEKENIA!_ repitieron sucesivamente Julio y Jorge una vez más.
Segundos más tarde una manada de gaviotas y palomas apareció desde el cielo para defender al guardia urbana. Al mismo tiempo el Pájaro Caniggia y el Pájaro Hernández aparecieron en defensa de los chicos. Dicen que la batalla entre las aves duró 100 años y fue épica, pero eso ya excede los motivos de este relato.
[1] KEKENIA: nombre con que se conoce el llamado del pájaro.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Proyecto Antártida

El día que se junten todos los drogadictos del mundo, una nueva potencia conquistará la Tierra[1]

Todo comenzó con la enmienda 3ra del artículo 14 de la ley 129 que modificaba el Tratado Antártico de 1959 diciendo: “(…) por tanto se considera legal la producción, la compra-venta y el consumo de marihuana y de cualquiera de sus derivados en el territorio antártico”.
De este modo, fumadores de todo el mundo artos de la clandestinidad, hicieron sus valijas y partieron hacia ese recóndito lugar austral. Lo interesante en esto consiste en que a diferencia de lo que se creía, importantes y destacados líderes políticos, artistas, científicos, militares y demás profesionales eran ávidos fumadores de cáñamo que no duraron ni un solo segundo en emprender tal aventura. Así fue como se creó la República Internacional de la Antártida que no tardó mucho tiempo en volverse potencia mundial.
Las causas de esto último son muchísimas, por no decir infinitas; sin embargo, cabe destacar que al principio nada fue fácil. En primer lugar estaba el clima: hostil, amenazador, helado; junto a éste, el bioma en general no era mucho más agradable. Justamente esta había sido la razón de la famosa 3ra del artículo 14 de la ley 129: mandar a todos los drogadictos a un lugar inhabitable alejado del mundo civilizado y dejar que la naturaleza hiciera luego el resto: matarlos; es que el modus vivendis de los marihuaneros[2] era contraproducente con el espíritu del ultra capitalismo pos globalizado. No obstante, quienes firmaron esta ley subestimaron a los marihuaneros, puesto que no contaron que entre sus filas se encontraban varios de los científicos más destacados del mundo, los cuales tenían el suficiente ingenio como para poder inventar métodos que permitiesen la adaptación de la vida en este hostil ambiente.
Así, la primera tarea que tuvieron que hacer fue lograr la supervivencia haciendo el bioma apto para la vida de una sociedad. Era mucho el trabajo que tenían por delante y todos tenían sus responsabilidades, sin embargo al hacerlo no fue más que un trámite fácil y rápido, ya que al tratarse solamente de marihuaneros, no hubo discusiones y todos eran felices.
Ya superado esto, el siguiente objetivo fue encontrar la manera de cosechar marihuana para lograr una producción en masa que satisficiera la demanda de todos los habitantes de la nueva república. Otra vez los científicos volvieron a destacarse inventando una técnica donde aprovechaban de una manera muy peculiar el hielo para alimentar los cultivos. El éxito fue increíble: millones de hectáreas de cosecha, la marihuana producida por año en la Antártida comenzó a ser mayor que la producida por el resto del mundo[3]; y esto no es un dato menor, puesto que aún había millones de marihuaneros en la clandestinidad del resto de los países, y al ser el cannabis el producto que más divisas mueve en el mercado mundial, la República Internacional de la Antártida se convirtió, primero en el principal exportador de cáñamo y, un poco después, en la potencia económica más fuerte del mundo. Cabe destacar que paralelamente a esto, crecía en la República una cultura nueva, incomparablemente rica comparada con cualquiera otra que haya existido[4], al tiempo que la sociedad progresaba y prosperaba a pasos de gigante.
De este modo comenzó a peligrar la cultura ultra capitalista pos globalizada (liderada por EE.UU.) frente a la incipiente cultura cannabis. No pasó mucho tiempo en que esto pasara de un miedo latente dentro de algunos teóricos a ser una amenaza patente dentro de toda la sociedad; por lo que la O.N.U., viendo peligrada su hegemonía, decidió actuar atacando militarmente a la Antártida. Para llevar a cabo ello utilizaron la famosa doctrina Bush de armas de destrucción masiva. Pero ello no resolvió nada, puesto que el problema en este caso no era cómo justificar la invasión sino, cómo realizarla. Cualquier ataque sobre territorio antártico significaba un riesgo para toda la humanidad, pues el más mínimo “chispazo” podía causar un desprendimiento de hielos atroz irremediable. Además, la república austral tenía ciertamente un ejército por demás poderoso para enfrentar las hostilidades y vencerlas, por lo que se abortó toda idea de enfrentamiento armado. Tampoco se podía realizar un bloqueo económico, puesto que las mayores divisas de la Antártida provenían de la exportación de marihuana (que era una mercancía ilegal en el resto de los países), por lo tanto un bloqueo no afectaría en lo más mínimo a la economía antártica ya que seguirían comerciando con los narcotraficantes.
Fue por esto que no se pudo tomar ninguna medida y la cultura cannabis siguió avanzando agigantadamente por todo el mundo. El capitalismo fue desapareciendo para dar lugar a un sistema global mucho más feliz: el marihuanismo.
Los científico pos globalizados que habían apostado al Proyecto Antártida como la manera de eliminar a los marihuaneros y así lograr la perfección total del capitalismo, habían fracaso irremediablemente causando el fin de ese sistema; sin embargo ahora, eran mucho más felices.

nICO

A Sebastián Goyeneche
[1] Andrée Guillem, Marxisme et cocaïne (1926)
[2] Usaré el término marihuanero para referirme exclusivamente a los consumidores de marihuana, pero con lo inestable que es el lenguaje es probable que derive en cualquier cosa.
[3] Es importante aclarar que la marihuana austral (nombre con que se conoce a la marihuana de la Antártida) es ampliamente superior en calidad a cualquier otro tipo de marihuana.
[4] Sólo concibo explicarla por medio de una alegoría. Imagínense un licuado de tuti fruti hecho con leche “especial” (es decir, leche con marihuana), ese licuado es al resto de los licuados lo que la cultura cannabis es a las culturas, puesto que se trata de una mezcla de la cultura de todos los países del mundo más la cultura propia de la marihuana. Siguiendo la alegoría, la licuadora para el licuado es similar a lo que es la Antártida para la nueva cultura.

domingo, 25 de febrero de 2007

Los poetas también tienen fetiches

Ahí va Lugones,
Leopoldo Lugones,
el gran poeta argentino,
vestido todo de negro,
con tachas en la cintura
y un látigo en su mano derecha.

Ahí va, a la casa de su novia.
Pero por esta noche
ella no es su novia, sino su esclava;
y el no es Lugones,
Leopoldo Lugones,
el gran poeta argentino,
sino su amo.

nICO

lunes, 12 de febrero de 2007

Nunca Podrán is not dead

Nunca Podrán.
Nunca Podrán.
Nunca Podrán
hacernos olvidar
lo groso que era
Luca Prodán.

nICO

domingo, 4 de febrero de 2007

El piquetero fanpipolero

Todos pedían trabajo, pero el sólo quería que fuese sábado para poder comer queso.[1]

El piquetero fanpipolero es autóctono de Once. Es uno de eso típicos vecinos de barrio que se vuelven una especie de símbolo para el lugar donde viven, onda “la Raulito” en la Boca o Chris Miró en Godoy Cruz. Es piquetero y hace piquetes para ayudar al movimiento y conseguir trabajo, de este modo “aunque molesta, ayuda a mejorar el mundo”. Aunque más que hacer piquetes prefiere escuchar Fun People, por eso es que otro de sus hobbies son las adolescentes colegialas. Pero no es un fanpipolero común, además es piquetero: por eso las prefiere con conciencia de clases. Una quinceañera con una pollera atres puños por encima de la rodilla y El 18 Brumario de Luis Bonaparte[2] en manos, y él se derrite como manteca en asfalto. Porque además de piquetero y fanpipolero, es comunista. El piquetero fanpipolero tiene 40 años pero podría tener 1000 más y de todos modos seguiría siendo un chico. Su sueño es poder fusionar a Nekro[3] con Castells[4], sus dos ídolos, “sería increíble”; y por eso tiene pensado estudiar química y biología en el futuro. También le preocupa que el ser humano se la pase comiendo, él es vegetariano porque cree en los derechos de los animales. Antes tenía una novia llamada Anabelle pero ahora sólo son amigos con derecho a roce. A ella además de los chicos, le gustan las chicas, pero no es piquetero. El piquetero fanpipolero habla castellano estándar pero a veces varía usando expresiones extranjeras como “chew” o “I do” y sus compañero sde Puente Pueyrredón se enorgullecen de tener un amigo bilingüe, aunque algunos sospechan que no sabe lo que dice. Pero lo más importante de todo: el piquetero fanpipolero es buena gente. Si hay una señora mayor que quiere cruzar la Avenida Rivadavia, él siempre está ahí para ayudarla; mientras la acompaña, el piquetero fanpipolero tararea algún tema como “Si pudiera” o “Bad Influence” o, dependiendo el día, critica al capitalismo por matar a la gente de hambre.
Luego Doña Elvira al llegar a su casa, o bien se pone a escuchar el disco de Fun People que acaba de comprarse en Musimundo, o bien está diseñando los planes para la nueva revolución.

nICO
[1] En Estudios sobre los orígenes de Fun People (Murmis y Portantiero, 1992, pag 22).
[2] Libro de K. Marx.
[3] Cantante de Fun People.
[4] Líder piquetero.

martes, 16 de enero de 2007

Turco en neblina

(Primer movimiento)
El allanamiento había ocurrido a eso de las 6 de la mañana. El resultado: 10 toneladas de marihuana. El turco había “caído”, cómo se llamaba en realidad: nadie lo sabía ni le importaba. Muchos años de prisión le esperaban y él lo sabía mejor que nadie, entonces como último recurso quizás, dijo:_”No es un delito encarcelable la posesión de marihuana para consumo personal”. El comisario Ordónez nunca respondía a tales estupideces, pero más de diez años de amistad y negocios le obligaban a decir algo a su ex amigo y socio que estaba en desgracia:_”Vos sabés mejor que nadie que el máximo estipulado por la ley para consumo personal es de 5 gramos y no de 10 toneladas.” _”Sí, y vos sabes mejor que nadie que esa ley no tiene sentido porque el boludo que la haya escrito nunca probó una seca en su puta vida”. Ante tal comentario del turco, Ordóñez por más serio que aparentara ser, no pudo evitar que se le escapara una sonrisa mientras, por consecuencia de las palabras de su viejo amigo, recordaba aquellos lejanos tiempos donde se fumaba más de 10 “porros” por noche. Ciertamente el turco tenía razón, “5 gramos se queman en menos de un minuto”, fue por eso que el comisario dijo entonces, con tono desafiante y burlón:_”Bueno, hagamos de cuenta que es para consumo personal, tenés una hora para fumártelo todo. Pero eso sí, sino te lo fumás todo quiere decir que me estuviste mintiendo y que es para vender…. y ahí si que vas a tener problemas”. El turco aceptó el desafío y se encerró él solo en la habitación donde estaban las 10 toneladas. Sacó varios bidones de nafta que tenía escondidos en el armario y los roció sobre toda la marihuana, luego prendió un cerillo y, diciendo “qué desperdicio”, lo arrojó resignadamente a los bloques de marihuana. Todo se quemó y el humo se escapó por la chimenea. Milagrosamente el turco logró salir vivo de tal incendio, y por más que estuviese quebrado financieramente, estaba libre, no iría a prisión, había demostrado que era para consumo personal.

(Puente hacia el segundo movimiento)
Las 10 toneladas hechas humo se escaparon por la chimenea de la casa que se encontraba en la zona céntrica de la ciudad; al ser mucho más densa que la contaminación y el smog, la interminable neblina de marihuana se distribuyó por todo el territorio hasta los 20 metros de altura. Eran la 7 de la mañana y la ciudad apenas se despertaba.

(Segundo movimiento)
Diego se despertó a las 11 y media de la mañana, era temprano para él levantarse a esa hora pero había arreglado para encontrarse con Andrea, su novia, a las 2 de la tarde para almorzar. Las cosas iban muy mal con ella desde hacía un tiempo y tenía la idea entonces de “cortar” con ella en ese mismo almuerzo para ahorrarse futuros problemas. Ciertamente las cosas de Diego iban mal con “todo el mundo”, peleado con los pocos amigos que tenía, con sus “viejos”, arto del trabajo; en fin: tenía la típica vida de un hombre racionalista de ciudad.
Salió de su casa a las 12 y media porque había decidido ir hasta el restaurante caminando. A menos de 10 pasos notó que la neblina de contaminación era mucho más intensa de lo que estaba acostumbrado, apenas se podía ver, también había cambiado sustancialmente su aroma: “el fin del mundo se aproximaba”. Sin embargo, no le dio mucha importancia a esto y, sin preguntarle a nadie si sabía que ocurría, siguió caminando como si nada. Al pasar por una plaza notó algo extrañísimo: había una ronda de empresarios haciendo un picnic y tocando la guitarra, se habían olvidado de ir a trabajar. Diego se quedó mirando un rato largo a ese grupo y luego, sin saber bien por qué, se echó a reír. Después de un largo tiempo de carcajadas enfrente de ese grupo de empresarios-hippies le vino como de repente un hambre impresionante y, olvidándose de que estaba de camino para ir a almorzar, fue a comprarse una docena de facturas a un almacén que estaba cerca. El almacén estaba lleno, parecía como si a todos les hubiese pasado exactamente lo mismo que a Diego. No obstante, puedo hacer su tan ansiada compra.
Cuando terminó las facturas se fijo qué hora era en el reloj y vio que eran las 3 de la tarde, no lo podía creer: se había olvidado del almuerzo. Corrió lo más rápido que pudo hasta el subte y se lo tomó. Llegó finalmente al restaurante a las 3 y media, qué le diría a Andrea para justificar su retraso y que ella no se enojara con él. Esa cuestión carcomía el cerebro de Diego, ya no estaba enojado con ella, sin saber por qué quería como nunca antes besarla, tocarla, poseerla. Entró al restaurante y ella no estaba, “¿se habrá ido?”, Diego no lo podía creer: estaba desesperadísimo. Pero no, nada de eso había pasado, Andrea llegó 2 minutos más tarde, ella también se había olvidado de la cita.
Solamente se saludaron, no querían quedarse en el restaurante por lo que se fueron a la casa de Andrea que vivía muy cerca de ahí. Estuvieron haciendo el amor toda la tarde y llegada la noche Diego decidió volver a su casa; estaba feliz, no sólo feliz con Andrea sino con la vida, la neblina ya no le parecía extraña y su aroma casi imperceptible. Diego estaba feliz como quizás nunca antes lo había sido, todo le parecía motivo de risas y alegría. Estaba simplemente feliz; feliz, como toda la ciudad.

nICO

domingo, 14 de enero de 2007

Naturaleza y cultura

Ya iban como diez años de meditación dentro del Amazonas impenetrable, pero podrían haber sido veinte, treinta o, quizás, mil más que él no hubiese notado la diferencia: el tiempo había perdido su sentido. Totalmente enajenado de lo que ocurría en el mundo exterior, su barba había crecido hasta dimensiones cuasi-marxistas y sus pantalones comenzaban a deshilacharse por la pésima costura de fábrica; sin embargo él no podía alcanzar la respuesta a sus preguntas, el Nirvana todavía estaba muy distante: ¿Cuál era la diferencia entre el hombre y el resto de los animales? ¿Dónde terminaba la naturaleza y comenzaba la cultura?
_”El límite no puede encontrarse en el lenguaje; es decir, si bien los animales no lo hacen con un sistema simbólico, ellos también tienen su modo de comunicarse. Tampoco nos diferenciamos de los animales por nuestra capacidad para fabricar instrumentos, puesto que los primeros hombres no lo hacían y no por eso eran menos hombres que nosotros. O planteado de otro modo: el lenguaje hablado y la fabricación de instrumentos si nos diferencian de los animales, pero no son la diferencia fundamental, sino que derivan de ella.”
La diferencia fundamental (la bisagra entre naturaleza y cultura) era la razón de sus meditaciones. La temperatura alcanzaba a veces los 50º C en la sombra, pero también se había vuelto inmune al calor; su cerebro sólo se preocupaba por hallar aquel aspecto de la vida que fuese universal y restrictivo a la vez, que sirviese para decir: “todo lo que hay de acá para abajo es naturaleza, todo lo que hay de acá para arriba es cultura”.
En el transcurso de esa búsqueda tuvo que aprender a convivir con los indios y, de este modo, comenzó a conocer sus costumbres y sus drogas. Le llamaron particularmente la atención unos hongos que al digerirlos causaban un efecto alucinógeno en el individuo, por lo que luego de este hallazgo comenzó a hacer meditaciones experimentales que consistían en comer un par de hongos en el transcurso de ellas. Esto último ayudó a darle un nuevo enfoque a sus estudios.
Así fue como un día en el que se encontraba como de costumbre en el medio de la “impenetrable” alcanzó el “sentido de su vida”. Estaba totalmente despreocupado disfrutando de la naturaleza que lo rodeaba y su atención fue desviándose paulatinamente (hasta sólo ocuparse de ello) en una familia de monos: una mamá le conseguía alimento a sus crías, y luego una de ellas comenzaba a tener relaciones sexuales con la madre; Levy Strauss observaba esto con total normalidad hasta que en un momento se dio cuenta de lo que estaba pasando y, con suma espontaneidad, asombro y asco, dijo:
_”¡Che!, pero esa es su vieja…
Luego de esto se rió durante mucho tiempo hasta casi perder conciencia de quien era. Recién pudo controlarse cuando se dio cuenta que había encontrado lo que con tanta ansia había buscado. El tabú del incesto era la bisagra entre naturaleza y cultura (“yo ni por todo el oro del mundo me acuesto con mi vieja”, pensó), lo que nos diferencia de los animales; Las Estructuras Elementales de Parentesco ya eran un hecho que pronto conocería el mundo.
La fama y los jeans vendrían luego.
nICO

lunes, 8 de enero de 2007

El Porraleph

A Dolores

El siguiente escrito fue hallado dentro los cajones de un escritorio de un inmueble de la calle Garay (Ciudad de Buenos Aires, Argentina) en 1942, dos días antes de la demolición de la suscitada propiedad, estaba firmado con las siglas : C. A. D.

Y encima el 59 no venía. A veces todo está tan bien que creemos estúpidamente que ya nada va a hacer que cambie el rumbo de las cosas y de repente crak, rozamos la punta del iceberg y todo se desmorona y naufraga. Curioso y cruel es el destino: tanto nos demora en hacer las cosas y tan súbitamente nos las saca.
Y encima el 59 no venía.
Hasta que por fin llegué a mi casa ya serían alrededor de las 7 de la mañana, la sensación que tenía en ese momento era el resultado de una serie de hechos lamentables que se habían ido sucediendo uno tras otro y que a continuación procedo a contar. El primero en importancia y en orden cronológico había sucedido hacía una semana de esa mañana, simplemente le había dicho al amor de mi vida (que no obstante en ese momento ya no era mi novia, sino simplemente una amiga más) que no la soportaba y no le quería hablar más. Después de eso, todas las desgracias cayeron una a una como las fichas de un dominó. Sin ganas de contar los problemas físicos que me carcomían el cuerpo y la mente en esa época, me voy a limitar a los problemas sentimentales. Así, el jueves de esa semana, me acosté por última vez con Dolores (mi novia) y luego nos peleamos para siempre; y a la noche siguiente de esa tragedia me enteré de cómo uno de mis mejores amigos me estaba “metiendo los cuernos” en un fiesta con la otra chica con la que estaba en aquellos tiempos. Por lo tanto, decidí largarme rápidamente y sin saludar a nadie de aquella fiesta en la que estaba. El tanatos[1] en ese momento era tan grande que se había desbordado de mi cuerpo….. Y encima el 59 no venía.
Ahora ya podrán comenzar a percibir la sensación que tenía en esa mañana, sin embargo a ese odio temible que sentía, le debo agregar también una sensación de igual intensidad de impotencia. Fue por ello que, en lugar de salir a matar a alguien, sólo tenía fuerzas para tirarme en la cama y ponerme a llorar. Mas eso, no era algo que quería, por lo tanto pensé que podía hacer para sacarme esa sensación de “mierda” de la cabeza y la respuesta fue simple y hasta un poco obvia: masturbarme. De este modo, me masturbé hasta más no poder y sin embargo, aquello no hizo más que empeorar la situación: ahora no sólo tenía un dolor incansable que atravesaba mis entrañas sino que también me encontraba extenuado, sudado y tirado en la cama con la mano totalmente sucia y pegajosa. ¿Qué podía hacer? Lloré un poco, pero solamente un poco, luego me arreglé lo mínimo e indispensable, me lavé las manos[2], me armé un “fino” y salí a la calle a caminar mientras me lo fumaba. Si algo tienen de bueno los sábados a la mañana es que uno puede fumar donde tenga ganas sin temor a ser visto, la ciudad se vuelve tierra de nadie.
De este modo salí fumando de mi casa en dirección a los bosques de Palermo. A veces es bueno después de tanto gris respirar aunque sea un poco de verde, sirve para relajarse y meditar, necesidad imperiosa que tenía aquella mañana. Di unas vueltas alrededor del Rosedal y ya estaba algo más tranquilo, ciertamente no se había extinguido el dolor, pero por lo menos no era en ese momento tan fuerte como lo había sido tan sólo un rato antes. Fue por esto que me tiré debajo de un árbol y me quedé dormido; lo poco que recuerdo de aquel sueño es que nuevamente me volvía a pasar esa lamentable serie de hechos, pero esta vez poco me importaba. Un poco después me desperté tiritando de frío (cabe aclarar que aún era invierno en Buenos Aires) y vi que el reloj ya marcaba las 9 y media de la mañana. El reloj fue lo último normal que vi aquel día, después de eso todo se volvió surrealista.
Acá empieza la parte central de mi relato. Dirigí mi cabeza hacia arriba tratando de ver como estaba el cielo pero no pude, era imposible: las ramas y las hojas del árbol me lo impedían. Mientras estaba peleando con ese obstáculo para ver el cielo fue cuando lo encontré. ¡Por Dios!, lo que era ese punto[3]. Lo que sigue ahora me resulta por demás, muy difícil de contar, pues todo lo que viví a partir de ese momento me ocurrió de modo simultáneo, y ahora debo transmitirlo al papel con tinta por lo que no puedo escaparme de la linealidad que rige a la escritura, sin embargo haré mi mejor esfuerzo para que puedan imaginar lo que me pasó.
En un principio no me sorprendió mucho aquel punto, pero sentí que lo había estado mirando por un rato muy largo por lo que decidí volver a fijarme que hora era, mas no pude averiguarlo puesto que mi reloj se estaba derritiendo como lo hacen los de Dalí en sus cuadros. Lo sorprendente de eso fue que el hecho en sí me pareció de lo más normal y volví a dirigir mi vista hacia el punto. Amigos míos, lo que comencé a ver a partir de ese momento no tiene nombre; un humo se apoderó de mis ojos y todo se volvió increíblemente nebuloso, al mismo tiempo, miles, millones de risas diferentes empezaron a retumbar como tambores en mi cerebro. Fue entonces cuando me di cuenta que los relojes se derritiesen y ante mi pregunta de “¿qué pasa?”, comenzó a pasar todo. Como le sucedió alguna vez a Alicia[4] me caí en una conejera y llegué a un mundo totalmente diferente, había un olor a marihuana que intoxicaba de lo fuerte que era y un perro doberman vino a darme la bienvenida. Me preguntó cómo me llamaba y yo estaba a punto de responderle cuando me di cuenta que era muy chistoso que un perro hablara. Por lo que comencé a reírme y habré estado así durante días enteros hasta que ya no sabía de que me estaba riendo y por eso paré. Para serles sincero, me había “meado” encima y el olor a orina que salía de mi era abominable, sin embargo (y no sé por qué) eso me causó aún más risa. Para cuando nuevamente paré de reírme y sin saber cuánto tiempo había pasado, sentí que atravesaba por mi entrañas un hambre devastador. Parecía como si la risa, causa final de la vida, hubiera consumido hasta el último gramo de mi cuerpo dejándome totalmente desnutrido, o por lo menos eso era lo que sentía. Por lo que decidí ir en búsqueda de alimento.
Tras haber caminado muy poco llegué a un quiosco y le pedí al quiosquero dos paquetes de “Óreo”. Él no me respondió, pensando que quizás no me había escuchado le volví a pedir, pero esta vez mucho más fuerte; sin embargo el quiosquero hizo nuevamente hizo caso omiso a mi pedido. Ya totalmente fastidiado estaba apunto de golpearlo, y lo hubiera hecho sino fuese porque en ese preciso instante me di cuenta que aquel quiosco era en realidad un árbol más del basto bosque en el que me encontraba. El hecho me pareció absurdo y me causó mucha risa, nuevamente reí durante varias horas seguidas. No obstante, en lugar disminuir mi hambre, esto último, la acrecentó mucho más; tanto que para cuando terminé de reír tenía la sensación de que si no probaba bocado en ese mismo momento me moriría desnutrido. No viendo otra alternativa, me senté en el suelo y comencé a comer pasto como si fuese una vaca; debo haber comido kilos, toneladas, total pensaba: “Es pasto, no engorda”. Aparte, después de un rato me di cuenta que era riquísimo, tenía sabor a papas fritas, y en una genial conclusión noté entonces por qué era típico comer hamburguesas con papas fritas, es decir , tenía sentido: “las hamburguesas se hacen con vacas y las vacas comen pasto que es como las papas fritas.” Sin embargo, esta brillante conclusión que respondía a todas las dudas existenciales del universo cayó refutada cuando me di cuenta que efectivamente lo que estaba comiendo hacía varias horas no era pasto sino papas fritas. Hay más: no estaba en un bosque como pensaba, sino en el patio de comidas de un shopping; el darme cuenta de esto de un modo tan abrupto hizo que nuevamente me rompiera en carcajadas. Toda la gente que estaba comiendo se dio vuelta para mirarme, pues tal parece ser que estaba haciendo mucho ruido por causa de mi risa; esto último me causo aún, más risa. Después, cuando pude calmarme un poco, me di cuenta que sucediese lo que sucediese me reiría, en otras palabras: todo me parecía gracioso y comenzó por ello a preocuparme el hecho de que me hubiera vuelto idiota. Pero, ¿me había vuelto idiota en ese momento? o ¿me había vuelto idiota hacía mucho más tiempo?, puesto que la máxima idiotez de mi vida la había cometido justamente una semana atrás cuando le había dicho a Mariana que no la soportaba y le había pedido que no hablásemos más, y era a partir de ese momento que todo me había salido mal.
Después de esa duda de cuándo me había vuelto verdaderamente idiota (o quizás a causa de ella), noté algo que me dejó perplejo. Nunca había estado en ningún patio de comidas, ni en ninguna otra parte, aún permanecía acostado debajo del árbol del Rosedal. Miré el reloj y eran las 9 y media de la mañana, todo lo que conté lo había imaginado viendo ese punto, no lo podía creer; esta nueva revelación me volvió a causar gracia, pero a diferencia de las veces anteriores me pude contener un poco más. Sin embargo me reí lo suficiente como para volver a mojar mis pantalones, mas poco me importó puesto que estaba ocupado buscando el momento preciso en el que me había vuelto idiota. Haciendo esto volví en el tiempo una semana atrás… y ahí estaba, en un boliche de Palermo con Mariana; esto era un deja vú, pensaba en ese momento que me estaba pasando por primera vez pero algo me decía que ya lo había vivido. Y sin querer decirlo volvía decirlo como la primera vez: “No te soporto más, no me hables nunca más, no te quiero volver a ver”. Acto seguido de esto Mariana hecho a reírse como nunca antes la había visto, estaba realmente hermosa. Mas no le di importancia a eso y con mucha fuerza vociferé: “¿Qué te pasa? ¿Te parece gracioso lo que te acabo de decir?” Y ella con sus suaves manos me hizo el gesto de que se reía de lo que llevaba puesto; miré hacia abajo para entender lo que me decía y no lo podía creer: ¡estaba vestido con una camisa blanca con corazoncitos rojos! Al darme cuenta de esto yo también comencé a reír; habremos reído durante horas, tal vez días, meses, años… poco importaba. Luego de eso tuvimos relaciones sexuales de un modo tan apasionado como hacía tiempo que no teníamos, y cuando Mariana estaba apunto de alcanzar un infinito orgasmo, nuevamente caí por la incansable conejera y volví al Rosedal. Miré el reloj que ya para ese entonces no se derretía, sino que simplemente no existía, pero algo me decía que seguían siendo las 9 y media[5].
Todo esto me sirvió para darme cuenta que no me estaba volviendo idiota en ese momento, sino que ya lo era desde antes. Si bien esta revelación me tranquilizó un poco en un principio, me preocupó mucho más luego, cuando vi entonces que siempre había sido idiota; sin embargo el interminable punto me mostró que la idiotez es propia del ser humano, ¿quién que es, no es idiota?: un tipo vomitando conejos en el medio de un circo y toda la gente riendo hasta que sus cabezas estallen, un grupo de encapuchados incinerando vivo a otro hombre y riendo mientras tanto. Y así pasaban imágenes, imágenes e imágenes; algunas con un mínimo de sentido, aunque la mayoría eran absurdas. Simultáneamente mi hambre crecía y crecía, y así es como entonces me vi flotando en un océano de Coca Cola regocijándome de placer, un delfín se me acercó y lo mordí: estaba relleno de chocolate. Pero eso duró poco, la sucesión de imágenes volvió a agotar mi retina: la detonación de de una bomba de corpiños en el centro de una universidad “yanqui”, una tomatina en las calles de Pamplona, miles, millones de accidentes de tránsito causados por idiotas que mezclan el vino con el volante, guerras, etcétera. Y la siguiente imagen ganó el ranking de idioteces: dos pilotos que perdieron la percepción de la altura y chocaron sus aviones contra dos altas torres de una ciudad; volvió mi risa con su más intenso volumen pero las imágenes no pararon de continuar. Pero eso, amigos míos, ya fue mucho para mí: me cagué encima.
Estaba totalmente “traspirado”, muerto de frío, cagado, meado, drogado y hasta, tal vez, violado. Y encima el 59 no venía.

nICO
[1] En psicología, nombre con que se designa a la pulsión de muerte.
[2] Era necesario aclarar eso.
[3] Sólo mucho tiempo después leyendo el libro anónimo que data del imperio romano Super Opio et Aliis Herbis, me enteré de que se trataba de un porraleph. Es decir, uno de esos puntos mínimos e indivisibles donde está, junto a los efectos que provoca, toda la marihuana que hay, hubo y habrá en el universo.
[4] Con esto hago referencia al primer capítulo de la afamadísima novela de Lewis Carrol Alicia en el País de las Maravillas.
[5] Críticas idiotas dirán que esta oración carece totalmente de coherencia y cohesión, además de tener problemas de expresión. Sin embargo, encontré ésta como la mejor forma de describir lo que veían mis ojos por efecto del porraleph.

martes, 2 de enero de 2007

Origen y evolución de la palabra kiosco

A principios de siglo[1]sólo había dos clases sociales: los muy ricos y los muy pobres; en esa época atolondrada no había espacios para grises, todo era blanco o negro. Los muy ricos iban a comer a los restaurantes: caviar, sushi, fondue, lemon pie, banana split, tiramisú, etcétera. Los muy pobres no comían. Pero esto no duró mucho, puesto que los muy pobres comenzaron a morirse (de hambre) y esto no le convenía a los muy ricos, la plusvalía podía aumentar pero hasta qué punto: en algún momento los muy ricos deberían comenzar a trabajar. Entonces empezaron a surgir lugares exclusivos para que comieran los muy pobres, hay quienes dicen que se llamaban mutuales y quienes dicen que se llamaban bufets, sin embargo eso carece de importancia. Lo importante del asunto reside en el hecho de que los muy ricos al salir de los restaurantes y ver a los muy pobres comiendo amontonados, hacinados como cerdos, decían instintivamente: “QUÉ ASCO”. La expresión de desagrado en realidad sólo correspondía a la sensación que tenían los muy ricos en ver comer a los muy pobres, pues ciertamente ni la calidad de la comida ni los modales de los comensales de estos nuevos lugares eran inferiores a los correspondientes en los restaurantes. Sin embargo, los muy ricos al verlos decían repetidamente y casi gritando (para que los escuchasen los muy pobres): “¡QUÉ ASCO!, ¡QUÉ ASCO!”. Pero los muy pobres al manejar mejor el cocoliche que el castellano escuchaban sonidos algo diferentes que podían variar de acuerdo a cado uno en: “QU´ OSCO”, “QUE ISCO” o “QUI OSCO”.
La anécdota anterior carece de la menor importancia sino hasta la década del ´30, cuando un antiguo muy pobre[2] decide poner un lugar de comidas donde pudieran ir todas las clases sociales, lo llama recordando un viejo sonido de su infancia: QUI OSCO. Sin embargo la convivencia de los individuos de las diferentes clases sociales no era común en esa época, por lo tanto la mayoría de los clientes compraban la comida y se la llevaban, no se quedaban. No obstante, este lugar tiene un gran éxito, por lo que provoca la expansión de negocios de ese estilo pero ya diseñados exclusivamente para comprar la comida e irse; paralelamente a eso modifican su nombre a QUIOSCO por motivos comerciales. Se suceden los años y la degeneración del sistema hace que se vendan ya otros productos además de comida, como pueden ser cigarrillos o “Chaco track”[3].
Luego con Kichner y la moda de la “K”, pasan a ser Kioscos.

nICO
[1] Nos sobran razones para suponer que se refiere al siglo XX. (Nota del editor)
[2] En esa época existían ya más de dos clases sociales.
[3] ¿Se acuerdan del “Chaco track”?