domingo, 31 de diciembre de 2006

Y el perro es Mouso

Primer lime

Y entonces una noche fuimos a la casa de Mouso, matamos a la mamá y le dejamos una nota por demás sugestiva que decía: “Mouso, si no nos pagás, el próximo en ser boleta sos vos”. Pero lo gracioso en esto reside en que Mouso en realidad no nos debía nada y sólo lo hicimos para molestarlo un poco; más aun: Mouso no le debía nada a nadie. Esto último causó un efecto, si bien paradójico, de lo más simpático: Mouso trató de recordar a quién le debía algo y qué, pero al no existir realmente tal persona, se volvieron para Mouso todos acreedores en potencia, por lo que para él todas eran personas que le podían hacer daño, y empezó a tener miedo inclusive, de ir al baño.

Segundo lime + Scooby Doo

Y está Mouso en la cena, preocupado como de costumbre. “El mayordomo es muy sospechoso, esa mirada detallista e incasable es típica de un asesino”, diserta. “Pero la mamá también podría ser y aparentar todo lo contrario con esa mascara de simpatía. ¡Y la loca de la tía!.... o el papá con sus contactos en la mafia: todos son muy sospechosos”. Entonces llegamos nosotros y decimos que el asesino en realidad es Alvina, pero cómo: ¿la novia de Mouso? ¿Por qué? Es por ello que nosotros le sacamos la careta y mostramos que no se trata de Alvina sino de Adolfo Tercero del Reich, ahora si todo cobra sentido. Y Adolfo dice: “_Lo hubiera logrado sino fuese por ustedes, chicos entrometidos, y ese perro pulgoso”.
Y el perro es Mouso.

nICO

viernes, 29 de diciembre de 2006

Los policías también la pueden paranoiquear

Era la primera noche de servicio de Ricky, por ello se sentía tan nervioso. Se encontraba custodiando la esquina de Salom y Avenida Australia: “una zona `jodida´, pero alguien tiene que hacerlo”. Durante varias horas había desistido a la idea de prenderse un cigarrillo, mas los nervios se hicieron tan intensos que finalmente cayó en la tentación. Si bien había violado el reglamento, el humo y la nicotina le devolvían cierta tranquilidad.
En eso divisó a dos jóvenes que no superaban los 15 años fumando marihuana 20 metros de él. Se dirigió hacia ellos, no con la intención de detenerlos, sino (como todo buen policía) de conseguir un soborno.
-Buenas noches- les dijo a los adolescentes quitándoles el porro. Documentos, por favor.
Los chicos le dieron sus documentos a Ricky
-¿Cuánto tienen?
-Sólo eso- respondió uno de los dos.
-No, digo para pagarme.
Con ese último comentario, el joven que todavía no había hablado se dio cuenta que estaban tratando con un novato; además notó que estaba fumando. Con esto vio su posibilidad de zafar cambiando los roles en la conversación.
-Disculpame, ¿qué hacías fumando?- dijo entonces.
-No… nada- respondió temeroso Ricky.
-¡¿Te pensás que soy pelotudo?!, ¿qué hacías fumando?
-¿Querés que llamemos a la comisaría para denunciarte?- preguntó el otro mientras su amigo iba a un árbol para orinar.
-No, por favor…no- dijo nuestro amigo policía con la poca voz que le quedaba.
-Entonces no te hagas el vivo y aprovecha que conmigo todavía la podés arreglar. Porque con él- agregó señalando a su compañero- por más que le llores, te va a cagar.
-Está bien, ¿cuánto querés?
-100 para mí y 100 para mi amigo.
-Pero no tengo tanto- dijo Ricky.
-¿Te estás haciendo el vivo?- inquirió enojado el que volvía del árbol.
-No, te juro que no. Sólo tengo esto- repuso Ricky mostrando los 70 pesos que llevaba en la billetera.
-Bueno, por esta vez la vamos a dejar pasar- agregó uno de los dos tomando la plata.
-Danos también los puchos- dijo el otro- Y que sea la última vez.
Los dos adolescentes se marcharon riéndose a carcajadas.
Los policías también la pueden paranoiquear.

nICO

lunes, 25 de diciembre de 2006

Peronismo

Hace muchos años
Perón era un presidente.
La gente lo amaba por ser bueno
o lo odiaba por ser malo.
Porque como todos,
hacía cosas buenas y malas.
Hoy Perón es sólo una calle angosta
a dos cuadras de Corrientes,
donde en un día de lluvia
sin darme cuenta
le saco el ojo a un hombre
al abrir el paraguas.

nICO

Gracias por el fuego

Por fin estaba hecho. Acabado, armado, terminado. Mucho esfuerzo y tiempo le había demandado hacerlo pero por fin estaba hecho. Es cierto que no era perfecto, pero era perfecto: alguna falla se le podía encontrar, sin embargo Mario sabía claramente que no podía haberlo hecho mejor.
Lo guardó en el bolsillo y salió a la calle para fumarlo en la plaza más cercana a su casa._”Hace cuánto que no fumo”_ pensaba, y mientras tanto su deseo por fumar ese cigarrillo de cannabis crecía más y más. Cuánto tiempo haría desde su última pitada no podía saberlo bien: no era tanto y sin embargo, él lo sentía como una eternidad. Mas ya todo había terminado, en breve llegaría a la plaza y el humo exterminaría esa cuarentena de abstinencia.
Sin embargo llegó a la plaza y ahí díose cuenta de que todo no sería tan fácil: no tenía encendedor ni cerillos. Podía ir hasta el quiosco de la vuelta a comprar, mas ese pensamiento se le desmoronó al instante al darse cuenta que no tenía ni “un peso encima”. Decidió luego de pensarlo detenidamente (puesto que si hacía esto tendría que, seguramente, compartir, cosa que no quería) ir a pedirle fuego a otra persona. Caminó unos metros hasta unos jóvenes que estaban tomando unas cervezas y les pidió fuego; pero sorpresivamente no tenían._”No hay que desesperarse, ¡tranquilizate!”_le gritaba la conciencia, mas el hecho de no poder fumar lo estaba volviendo loco. No había nadie más en la plaza, sólo una pareja arrinconada apunto (sino ya) de tener relaciones sexuales. Su sentido común y escrúpulos le hubieran impedido normalmente que fuese a interrumpirlos mas el deseo de fumar era superior. Pero ellos tampoco tenían fuego, se había muerto de vergüenza y encima no había conseguido nada.
Salió caminando rápidamente de la plaza con una locura y desesperación inagotables; a cada persona que encontraba en la calle (las cuales ciertamente eran pocas) le pedía fuego, pero sólo escuchaba “no tengo” como respuesta._”¡¿Qué pasa?! ¡No puede ser!”_ Parecía como si el hombre, la humanidad entera, hubiera retrocedido hacia el primer estadio de su larga línea de evolución: el estado de naturaleza. El fuego era divino y deseado como casi también utópico, lo era todo: servía para vencer a los rivales, comenzar a esclavizar a los animales, conquistar las mujeres. El fuego era la fuente de poder, el que controlaba el fuego controlaba la vida.
Después de haber caminado quién sabe cuantas cuadras (aunque para Mario fueron muchas más a causa de es enemigo de todos llamado ansiedad) llegó a una nueva plaza. Ahí encontró a un lingera que poseía el elemento divino, le prestó el encendedor y por fin se acabo el castigo de la espera: Mario encendió el “porro”. Si bien no tenía ganas de convidar, este lingera era para él un mártir y por eso tras el pedido de probarlo, Mario le dio con gusto el cigarro. Los dos nuevos amigos se quedaron fumando juntos un rato largo y hablando sobre las vicisitudes de la vida. Así es como el lingera le contó sobre la ruleta rusa que es el capitalismo, el cual lo había hecho pasar de ser un empresario exitoso con millones de dólares en Suiza a ser un simple costal de huesos que si no sufría tanto por el hambre era porque el frío de aquel helado invierno era mayor. Del mismo modo, Mario le contó algunas anécdotas de su infancia en Paso de los Toros y del deseo de dar un nuevo paso en su obra escribiendo su primera novela: así se descargó enfrente de ese desconocido que aquel día era su mejor amigo, contándole como su musa inspiradora lo había abandonado para esta nueva meta que se había auto impuesto y su obra había quedado inconclusa por no decir que, apenas comenzada, había sido abortada. Pero a pesar de lo dicho hasta ahora, ese largo momento se pasó como si hubiera durado breves instantes gracias al calor de los constantes chistes y risas que se hacían estos dos fieles amigos. Cuando la tuca llegó a un punto mínimo e indivisible tendiendo a cero, Mario se levantó para irse: se despidió “hasta nunca” de su amigo y mártir y emprendió un largo camino de vuelta a casa. Luego de caminar unos metros se dio vuelta para observar al lingera; este último aprovechó tal situación para mostrar su agradecimiento a Mario diciendo:
_”Che, gracias por el porro”.
_”No, gracias por el fuego”.

nICO

Queremos tanto a Julio

Sin duda uno de los mejores libros del año. Queremos tanto a Julio: un homenaje a Cortázar, de autores varios, es un recorrido a lo largo de la obra de este gran escritor a través de 15 covers realizados por los mejores autores argentinos de la actualidad más algunos extranjeros. Inspirado en los discos de rock de homenaje como el tributo a Depeche Mode y poniendo en práctica la vieja idea que presenta Borges en Pierre Menard, autor del Quijote, este libro es una novedad que rompe con la noción de derechos de autor acuñada desde comienzos del siglo XIX. Se abre con el capítulo 62 de Rayuela reescrito por la joven promesa de la literatura francesa Fabian Barthez, quien realizó un curso intensivo de castellano durante un año con el objeto de poder participar en este proyecto. Vale aclarar que si bien “logró un manejo bastante fiel del español” esto fue en última instancia lo que no le permitió hacer un buen cover, por falta de originalidad; es decir, si el libro no dijera de antemano que era una versión del artista galo, se podría suponer que se trata de una copia más (una copia bien hecha, sí, pero simplemente una copia) del capítulo original de Cortázar. Muy distinto a éste, es el caso del segundo escrito de la obra, a cargo de Ricardo Piglia. Este escritor elige hacer el cover de Tortugas y cronopios, lo cual es sin duda una decisión por demás acertada. Acá se ve sin duda uno de los puntos salientes del libro, pues el hecho que un borgeano ortodoxo como Piglia pueda rescatar uno de los cuentos más transgresores (con respecto al canon) de Cortázar no hace otra cosa que marcar que las diferencias entre los dos grandes escritores argentinos del siglo XX sólo son aparentes, siendo en esencia un mismo estilo y recuperando así la unicidad perdida (quizás nunca antes encontrada) que nuestra literatura necesita.
El segundo gran acierto del libro se da al final de éste con el cover que hace Saer del ya clásico La autopista del sur. El tratamiento que le da a este cuento el suscitado autor es increíble, llevándolo a niveles de análisis que en la versión original nunca podrían darse. Veamos un poco esto: en la versión de Cortázar el tono de denuncia es evidente, el gobierno de De Gaulle es un ente opresor que provoca el caos (también en las autopistas) y la única denuncia posible es a través de la imaginación que culminará con el Mayo del ´68. Pero el parisino Cortázar no es el parisino Saer, casi 40 años pasan entre las dos versiones del cuento y sin embargo Saer trata de mostrar que una situación en apariencia mucho más tranquila es quizás incluso peor. Además, este cuento tiene el agregado de ser lo último que escribió Saer antes de morir.
Vale decir entonces, que Queremos tanto a Julio es un gran acierto editorial que incluso se burla anticipándose a las previsibles críticas[1]. Esto se ve muy bien cuando Sábato haciendo el cover del cuento Simulacros de Historias de Cronopios y de Famas dice:
“Tenemos un defecto: nos falta originalidad. Casi todo lo que decimos está inspirado –digamos francamente, copiado- de modelos celebres. Si alguna novedad aportamos es siempre inevitable: los anacronismos o las sorpresas, los escándalos”
nICO

[1] Como la que hace el autor del artículo acerca de Fabian Barthez. (Nota del editor)