domingo, 14 de enero de 2007

Naturaleza y cultura

Ya iban como diez años de meditación dentro del Amazonas impenetrable, pero podrían haber sido veinte, treinta o, quizás, mil más que él no hubiese notado la diferencia: el tiempo había perdido su sentido. Totalmente enajenado de lo que ocurría en el mundo exterior, su barba había crecido hasta dimensiones cuasi-marxistas y sus pantalones comenzaban a deshilacharse por la pésima costura de fábrica; sin embargo él no podía alcanzar la respuesta a sus preguntas, el Nirvana todavía estaba muy distante: ¿Cuál era la diferencia entre el hombre y el resto de los animales? ¿Dónde terminaba la naturaleza y comenzaba la cultura?
_”El límite no puede encontrarse en el lenguaje; es decir, si bien los animales no lo hacen con un sistema simbólico, ellos también tienen su modo de comunicarse. Tampoco nos diferenciamos de los animales por nuestra capacidad para fabricar instrumentos, puesto que los primeros hombres no lo hacían y no por eso eran menos hombres que nosotros. O planteado de otro modo: el lenguaje hablado y la fabricación de instrumentos si nos diferencian de los animales, pero no son la diferencia fundamental, sino que derivan de ella.”
La diferencia fundamental (la bisagra entre naturaleza y cultura) era la razón de sus meditaciones. La temperatura alcanzaba a veces los 50º C en la sombra, pero también se había vuelto inmune al calor; su cerebro sólo se preocupaba por hallar aquel aspecto de la vida que fuese universal y restrictivo a la vez, que sirviese para decir: “todo lo que hay de acá para abajo es naturaleza, todo lo que hay de acá para arriba es cultura”.
En el transcurso de esa búsqueda tuvo que aprender a convivir con los indios y, de este modo, comenzó a conocer sus costumbres y sus drogas. Le llamaron particularmente la atención unos hongos que al digerirlos causaban un efecto alucinógeno en el individuo, por lo que luego de este hallazgo comenzó a hacer meditaciones experimentales que consistían en comer un par de hongos en el transcurso de ellas. Esto último ayudó a darle un nuevo enfoque a sus estudios.
Así fue como un día en el que se encontraba como de costumbre en el medio de la “impenetrable” alcanzó el “sentido de su vida”. Estaba totalmente despreocupado disfrutando de la naturaleza que lo rodeaba y su atención fue desviándose paulatinamente (hasta sólo ocuparse de ello) en una familia de monos: una mamá le conseguía alimento a sus crías, y luego una de ellas comenzaba a tener relaciones sexuales con la madre; Levy Strauss observaba esto con total normalidad hasta que en un momento se dio cuenta de lo que estaba pasando y, con suma espontaneidad, asombro y asco, dijo:
_”¡Che!, pero esa es su vieja…
Luego de esto se rió durante mucho tiempo hasta casi perder conciencia de quien era. Recién pudo controlarse cuando se dio cuenta que había encontrado lo que con tanta ansia había buscado. El tabú del incesto era la bisagra entre naturaleza y cultura (“yo ni por todo el oro del mundo me acuesto con mi vieja”, pensó), lo que nos diferencia de los animales; Las Estructuras Elementales de Parentesco ya eran un hecho que pronto conocería el mundo.
La fama y los jeans vendrían luego.
nICO

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