martes, 16 de enero de 2007

Turco en neblina

(Primer movimiento)
El allanamiento había ocurrido a eso de las 6 de la mañana. El resultado: 10 toneladas de marihuana. El turco había “caído”, cómo se llamaba en realidad: nadie lo sabía ni le importaba. Muchos años de prisión le esperaban y él lo sabía mejor que nadie, entonces como último recurso quizás, dijo:_”No es un delito encarcelable la posesión de marihuana para consumo personal”. El comisario Ordónez nunca respondía a tales estupideces, pero más de diez años de amistad y negocios le obligaban a decir algo a su ex amigo y socio que estaba en desgracia:_”Vos sabés mejor que nadie que el máximo estipulado por la ley para consumo personal es de 5 gramos y no de 10 toneladas.” _”Sí, y vos sabes mejor que nadie que esa ley no tiene sentido porque el boludo que la haya escrito nunca probó una seca en su puta vida”. Ante tal comentario del turco, Ordóñez por más serio que aparentara ser, no pudo evitar que se le escapara una sonrisa mientras, por consecuencia de las palabras de su viejo amigo, recordaba aquellos lejanos tiempos donde se fumaba más de 10 “porros” por noche. Ciertamente el turco tenía razón, “5 gramos se queman en menos de un minuto”, fue por eso que el comisario dijo entonces, con tono desafiante y burlón:_”Bueno, hagamos de cuenta que es para consumo personal, tenés una hora para fumártelo todo. Pero eso sí, sino te lo fumás todo quiere decir que me estuviste mintiendo y que es para vender…. y ahí si que vas a tener problemas”. El turco aceptó el desafío y se encerró él solo en la habitación donde estaban las 10 toneladas. Sacó varios bidones de nafta que tenía escondidos en el armario y los roció sobre toda la marihuana, luego prendió un cerillo y, diciendo “qué desperdicio”, lo arrojó resignadamente a los bloques de marihuana. Todo se quemó y el humo se escapó por la chimenea. Milagrosamente el turco logró salir vivo de tal incendio, y por más que estuviese quebrado financieramente, estaba libre, no iría a prisión, había demostrado que era para consumo personal.

(Puente hacia el segundo movimiento)
Las 10 toneladas hechas humo se escaparon por la chimenea de la casa que se encontraba en la zona céntrica de la ciudad; al ser mucho más densa que la contaminación y el smog, la interminable neblina de marihuana se distribuyó por todo el territorio hasta los 20 metros de altura. Eran la 7 de la mañana y la ciudad apenas se despertaba.

(Segundo movimiento)
Diego se despertó a las 11 y media de la mañana, era temprano para él levantarse a esa hora pero había arreglado para encontrarse con Andrea, su novia, a las 2 de la tarde para almorzar. Las cosas iban muy mal con ella desde hacía un tiempo y tenía la idea entonces de “cortar” con ella en ese mismo almuerzo para ahorrarse futuros problemas. Ciertamente las cosas de Diego iban mal con “todo el mundo”, peleado con los pocos amigos que tenía, con sus “viejos”, arto del trabajo; en fin: tenía la típica vida de un hombre racionalista de ciudad.
Salió de su casa a las 12 y media porque había decidido ir hasta el restaurante caminando. A menos de 10 pasos notó que la neblina de contaminación era mucho más intensa de lo que estaba acostumbrado, apenas se podía ver, también había cambiado sustancialmente su aroma: “el fin del mundo se aproximaba”. Sin embargo, no le dio mucha importancia a esto y, sin preguntarle a nadie si sabía que ocurría, siguió caminando como si nada. Al pasar por una plaza notó algo extrañísimo: había una ronda de empresarios haciendo un picnic y tocando la guitarra, se habían olvidado de ir a trabajar. Diego se quedó mirando un rato largo a ese grupo y luego, sin saber bien por qué, se echó a reír. Después de un largo tiempo de carcajadas enfrente de ese grupo de empresarios-hippies le vino como de repente un hambre impresionante y, olvidándose de que estaba de camino para ir a almorzar, fue a comprarse una docena de facturas a un almacén que estaba cerca. El almacén estaba lleno, parecía como si a todos les hubiese pasado exactamente lo mismo que a Diego. No obstante, puedo hacer su tan ansiada compra.
Cuando terminó las facturas se fijo qué hora era en el reloj y vio que eran las 3 de la tarde, no lo podía creer: se había olvidado del almuerzo. Corrió lo más rápido que pudo hasta el subte y se lo tomó. Llegó finalmente al restaurante a las 3 y media, qué le diría a Andrea para justificar su retraso y que ella no se enojara con él. Esa cuestión carcomía el cerebro de Diego, ya no estaba enojado con ella, sin saber por qué quería como nunca antes besarla, tocarla, poseerla. Entró al restaurante y ella no estaba, “¿se habrá ido?”, Diego no lo podía creer: estaba desesperadísimo. Pero no, nada de eso había pasado, Andrea llegó 2 minutos más tarde, ella también se había olvidado de la cita.
Solamente se saludaron, no querían quedarse en el restaurante por lo que se fueron a la casa de Andrea que vivía muy cerca de ahí. Estuvieron haciendo el amor toda la tarde y llegada la noche Diego decidió volver a su casa; estaba feliz, no sólo feliz con Andrea sino con la vida, la neblina ya no le parecía extraña y su aroma casi imperceptible. Diego estaba feliz como quizás nunca antes lo había sido, todo le parecía motivo de risas y alegría. Estaba simplemente feliz; feliz, como toda la ciudad.

nICO

No hay comentarios: